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Laberinto monomaniático

"El cielo es el infierno en un charco de agua..." Perderme en el REgreso. Aquí estoy en el génesis de mis entrañas devorando las sombras de los curiosos que se atreven a ingresar a este templo cúbico vicioso. Porque no sólo la noria gira al regreso. Un prisma es laberíntico debido a todos sus rostros.

Nombre: jorgealec
Ubicación: Zapopan, Jalisco, Mexico
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Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
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jueves, agosto 04, 2005

Bocetos para un Laberinto (para reestructurar "Los Recintos de la Duda")

Esta es la forma: ¿Así o así?
Ahora observa un caracol de mar como si mirases su interior desde afuera: ...
Ahora una nota musical: Sol,Fa, Do.
Luego la licencia poética del adverbio dónde: Do.

En un caracol, en un laberinto, si lo miramos desde afuera, tan sólo encontraremos la entrada. ¡Ojo! No es la salida y aún no estamos dentro. Y si ingresásemos, ¿dónde estaría?

En un laberinto llamarle salida a la misma puerta por la que entramos es hacer trampa. Es como preguntar y no obtener respuesta, salirse con lo mismo: ¿Así o así? Igual, preguntamos. Pero el Hacedor se saldrá siempre con la suya.

La forma de la duda, cerrada o abierta, se mantiene. La caja que construiremos será del todo un caracol marino musical, uno que se adapte a nuestro caracol auditivo y que bañe con la sal de su ventosa y húmeda lejanía, nuestra seca sensibilidad para sentirnos acariciados por la espuma de Venus y sus yemas invisibles murmurosas.

Escucho un Fado. Me llama, me absorve. Se oye rumiar dentro una bestia, un saudoso sólido engendrado que no sabe de salida pues nunca ha estado afuera. ¿De que le sirve entender la entrada? ¿Y si nunca saliera? ¿Cómo fuese la salida? ¿Do estaría? Allá donde brillare el lento sol dejando una viscosa línea de luz en retirada. Baba que se torna seda repugnante, huella sorda y cristalina. Allá donde dejare de escucharse la sombra del mar, las babas del mar, allí será, ahí estará.

Entre estos muros de sal, esta guarida sofocada donde corre loco un viento enrarecido y tórrido, late profundo el corazón del laberinto en claves que yo aún no entiendo. Rebota el eco solo por doquier perseguido por un espectral verdugo, un falso Teseo. Tiembla. Rumia el hombre. La bestia grita y se ahoga dentro del laberinto sinfónico el cornudo ciego.

¿Quién lo toreará? ¿Quién al público divertirá con su viscosa sangre transparente atravezando su blando corazón de una perfecta y rauda estocada cuando lo extraiga de su silencioso mugido?

Sería trampa. Mas da igual. Todos de un leve hilo pendemos sin saberlo, sin saber seguirlo siquiera (ni aunque fuera el de regreso.) Mas aquí hay una profundidad e internarse es como dejarse arrastrar por el reflujo de unas negras pupilas expandiéndose en otros ojos asombrados.

He aquí la fuente de la duda, en la sorpresa revolcada por los siglos de los siglos; remachada en la genética conciencia.

La caja que construímos se llama: Los recintos de la Duda. ¿No hay uno solo? Hasta ahora hemos descubierto, solamente, puras antesalas y demasiado sería pretender erigir una inmensa catedral marina como la mujer de Lot. ¿Y por qué no levantar una construcción caracolínea que le hable al cielo de nosotros? Porque el hombre teme declararle a Dios la guerra y esa es la única voz del caracol, furiosa antepasada que resbala en su nacarado interior de pulida arena petrificadamente blanda.

Sin duda, existe aún Pándora dentro de ese laberinto copulando con la bestia imaginaria que todavía no he visto, más ya he escuchado como un fantasma atrapado. Y a menudo el vapor de su furia alcanza a erizar, mis sensaciones. Por eso digo que lo conozco, por su canto, sus gemidos y su grito. Muge la voz calcarea.